sábado, 14 de junio de 2014

IDENTIDAD DE GÉNERO


El Museo Erótico de la Ciudad de Buenos Aires, una 
colección de objetos, documentos y evocaciones 
relativos a la historia de las conductas eróticas
y relativas al sexo de este lado del mundo, es solo
un pretexto de penetrar en los ámbitos aún oscuros
de la humanidad.
En pleno Siglo XXI, habiendo digerido la promiscuidad
sexual sesentista, y luego haber pagado las 
consecuencias con el SIDA; cuando el sexo entró en el
mercadeo del consumo indiscriminando edad, género o
condición; cuando las democracias garantizan derechos
y libertades, se vuelve a evidenciar el tabú, el 
prejuicio y la moralina.
Solo como ejemplo podríamos mencionar 
la Ley de Identidad de Género, 
aplaudida por el progresismo vernáculo como epítome
de la tolerancia, y que no es más que la reafirmación
de lo contrario en  un marco semántico
de lógica sofística. 
Que a un señor le guste pintarse los labios,
usar pollera y que le acaricien la próstata con un pene,
será una costumbre peculiar para muchos y habitual para
otros, y la tolerancia es aceptarlo y convivir con él,
incluso intercambiando experiencias y sentimientos,
pero de ahí a que nos quieran convencer que ese señor
es una señora, aunque él se lo crea,  hay por lo menos
un abismo semántico, y una solapada intolerancia al
diferente que se lo trata de categorizar en los 
compartimientos habilitados.
El Museo Erótico también clasifica, porque esa es la
función de un museo, pero no tiene los casilleros 
establecidos, los va estableciendo y multiplicando,
y se alegra cuando encuentra nuevos aspectos y categorías.
 El Museo Erótico descubre y se maravilla.